lunes, 15 de agosto de 2011

La Asunción de la Virgen María - Solemnidad



Es una de las fiestas marianas más antiguas y, desde luego, la Más celebrada por el pueblo cristiano en todo el mundo. Es la fiesta del triunfo definitivo de María, con su gloriosa Asunción en cuerpo y alma al cielo para ser coronada por Reina y Señora de todo lo creado. Parece que tuvo su origen en Oriente hacia el siglo v, con el título de la Dormición de María, que más tarde (siglo VIII) se cambió por el de la Asunción. En Occidente aparece esta fiesta en el siglo VII y se propagó rápidamente por todo el mundo. El Misal mozárabe español contiene una misa de la Asunción de María del siglo IX, pero ya se celebraba la fiesta al menos desde el siglo VII, como atestiguan San Isidoro y San Ildefonso. San Pío V en 1568 mejoró mucho las lecciones del Oficio litúrgico. Y Pío XII proclamó dogma de fe la Asunción de María el día 1 de noviembre de 1950. Hoy es fiesta de precepto para toda la Iglesia universal y se celebra con el máximo rito de «Solemnidad».


Evangelio según San Lucas 1,39-56.

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Comentario del Evangelio por : San Elredo de Rielvaux (1110-1167), monje cisterciense, segundo sermon para la Asuncion.


    «Me llamarán bienaventurada todas las generaciones»

Si santa María Magdalena, que ha sido pecadora y de la cual el Señor ha expulsado siete demonios, ha merecido ser glorificada hasta tal punto punto que su alabanza permanece en la asamblea de los santos, ¿quién podrá medir hasta qué punto «los justos se gozan en la presencia de Dios y desbordan de alegría" refiriéndonos a la Virgen María, que no ha conocido barón?... Si el apóstol san Pedro, que no sólo no ha sido capaz de velar una hora con Cristo, sino que incluso llegó a renegar, ha obtenido tal gracia, que le han sido encomendadas las llaves del Reino de los cielos ¿De qué elogios Santa María no es digna, Ella que llevó en su seno al rey de los ángeles en persona, al cual los cielos no pueden contener? Si Pablo, que "no respiraba más que amenazas y matanzas con respecto a los discípulos del Señor»..., ha sido objeto de tal misericordia...que ha sido arrebatado «hasta el tercer cielo, sea en su cuerpo o fuera de su cuerpo", no es sorprendente que la santa Madre de Dios, que ha permanecido con su hijo en las pruebas que ha soportado desde el cuna, haya sido elevada al cielo, incluso en su cuerpo y exaltada por encima de los coros angélicos.
Si hay «alegría en el cielo ante los ángeles, por un solo pecador que hace penitencia», ¿qué hermosa y alegre alabanza se elevará ante Dios, ante la persona de Santa María, que nunca ha pecado?... Si realmente aquellos que «en el pasado estuvieron en tinieblas» y han llegado, por la gracia, a ser «luz en el Señor» «brillarán como el sol en el Reino de su Padre», ¿quién estará en condiciones de relatar «el peso eterno de gloria» de Santa María, que ha venido a este mundo «como Aurora que se levanta, hermosa como la luna, elegida como el sol", y de quien ha nacido «la luz verdadera que ilumina todo hombre en este mundo»? Por otra parte, ya que el Señor dijo: "El que me sirve, que me siga, y donde yo estoy, también estará mi siervo", ¿Dónde pensamos que está su Madre, que le ha servido con tanto empeño y la constancia? Si le ha seguido y le ha obedecido hasta la muerte, nos sorprende que ahora, más que nadie, "siga del Cordero dondequiera que vaya.»

(Referencias bíblicas: Lc 8,2; Sal. 149,1; Sal. 67,4; Lc 1,34; Mt 26,40.70; Mt 16,19; Hch. 9,1; 1Co 7,25; 2Co 12,2; Lc 22,28; Lc 15,7; Ef. 5,8; Mt 13,43; 2Co 4,17; Cc 6,9; Jn 1,9; Jn 12,26; Ap 14,4)  




sábado, 13 de agosto de 2011

Sábado de la XIX Semana del Tiempo Ordinario


Evangelio según San Mateo 19,13-15.

Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron,
pero Jesús les dijo: "Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos".
Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.


Extraido de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


Comentario del Evangelio por : San Clemente de Alejandría (150-v. 215), teólogo

«El Reino de los cielos es para aquellos que se le asemejan»

Resulta claro que la pedagogía de Cristo es, según se desprende de su mismo nombre, la educación de los niños. Pero queda por examinar quiénes son estos niños a los que se refiere simbólicamente la Escritura, y luego asignarles el pedagogo. Los niños somos nosotros. La Escritura nos celebra de muchas maneras, y nos llama alegóricamente con diversos nombres para dar a entender la simplicidad de la fe.
Por ejemplo, en el Evangelio se dice: «El Señor, deteniéndose en la orilla del mar junto a sus discípulos —que a la sazón se hallaban pescando—, les dijo: «Niños, ¿tenéis algo de pescado?» (Jn 21,4-5). Llama «niños» a hombres que ya son discípulos.
«Y le presentaban niños» (Mt 19,13), para que los bendijera con sus manos, y, ante la oposición de sus discípulos, Jesús dijo: «Dejad a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque de los que son como niños es el reino de los cielos» (Mt 19,14; Mc 10,13-14; Lc 18,15-16). El significado de estas palabras lo aclara el mismo Señor, cuando dice: «Si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos» (Mt 18,3; cf. Mt 19,14). Aquí no se refiere a la regeneración (cf. Jn 3,3), sino que nos recomienda imitar la sencillez de los niños.
Son, por tanto, verdaderos niños los que sólo conocen a Dios como padre y son sencillos, ingenuos, puros, los creyentes en un solo Dios .A los que han progresado en el conocimiento del Verbo, el Señor les habla con este lenguaje: les ordena despreciar las cosas de aquí abajo y les exhorta a fijar su atención solamente en el Padre, imitando a los niños.
Por esa razón les dice: «No os inquietéis por el mañana, que ya basta a cada día su propia aflicción» (Mt 6,34). Así, manda que dejemos a un lado las preocupaciones de esta vida (cf. Sal 54 [55] ,23) para unirnos solamente al Padre.
El que cumple este precepto es realmente un párvulo y un niño, a los ojos de Dios y del mundo; éste lo considera un necio; aquél, en cambio, lo ama.

lunes, 1 de agosto de 2011

Lunes de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario


Evangelio según San Mateo 14,22-36.

En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.
Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra.
A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.
Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman".
Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua".
"Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.
Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame".
En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?".
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó.
Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios".
Al llegar a la otra orilla, fueron a Genesaret.
Cuando la gente del lugar lo reconoció, difundió la noticia por los alrededores, y le llevaban a todos los enfermos,
rogándole que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron curados.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


                          ¡Señor, sálvame!

El hecho de que, de todos los pasajeros de la barca, Pedro se atreva a responder y pida al Señor que le mande ir hacia Él sobre las aguas, indica la disposición de su corazón en el momento de la Pasión. Entonces, él sólo, andando sobre las huellas del Señor, despreciando las agitaciones del mundo, comparables a las del mar, le ha acompañado con el mismo valor para despreciar la muerte. Pero su falta de seguridad revela su debilidad en la tentación que le esperaba; pues, aunque ha osado avanzar, se ha hundido. La debilidad de la carne y el temor de la muerte han obligado a llegar hasta la fatalidad del repudio. Sin embargo, grita y pide al Señor la salvación. Este grito es el gemido de su arrepentimiento...
Hay una cosa a considerar acerca de Pedro: él ha superado a todos los demás por la fe, pues mientras estaban en la ignorancia, fue el primero en responder: «Tú eres el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Fue el primero en rechazar la Pasión, pensando que era una desgracia (Mt 16,22), fue el primer en prometer que moriría y no renegaría nunca (Mt 26,35), fue el primero en negarse a que se le lavaran los pies (Jn 13,8) ; ha sacado también su espada contra quienes prendían del Señor (Jn 18,10). La calma que conocieron el viento y el mar cuando el Señor se subió a la barca representa la paz y la tranquilidad de la Iglesia eternal cuando regrese gloriosamente. Porque entonces vendrá y se manifestará, causando un gran asombro a todos: "realmente, Tú eres el Hijo de Dios". Todos los hombres harán entonces la confesión clara y pública de que el Hijo de Dios ha traído la paz a la Iglesia, no sólo en la humildad de la carne, sino en la gloria del cielo.